Texto de Homan Rojas
Ilustración de Pancho Perrier
Entre 2011 y 2012 tuve un par de empleos bastante predecibles y mecánicos que supusieron largas horas de aburrimiento y poco esfuerzo mental (espero que algún ex jefe no lea esto). Tal situación propició que mientras hacía mi trabajo y demostraba pasión de dientes para afuera, conectara unos audífonos al computador y buscara cualquier cosa para escuchar dentro de la extensa lista de páginas bloqueadas que normalmente tienen las entidades públicas.
Me encontré con dos cosas: un programa de la extinta Radio Nederland que era en español y se llamaba “El toque”, en donde se contaban historias y se trataban, entre otros, temas relacionados con latinoamericanos en Europa y sobre todo en Holanda. La otra cosa fue una tal “Radio Ambulante” que contaba también historias de Latinoamérica. Escuché unos tres episodios y quedé con ganas de más, aunque, si se trata de decir la verdad y no lo que podría ser obvio, me pareció que eso que llamaban “podcast”, no eran más que archivos de radio en MP3 que flotaban por ahí en el ciberespacio. Seguramente, es mi resistencia a los productos Apple lo que me llevó a la incredulidad inicial frente a la expresión “podcast”, un invento que se relacionaba con esa marca, para denominar archivos de audio que se reproducían en los famosos y extintos iPod.
Más allá de eso, lo que en principio empezó a cautivarme era que se trataba de un producto de nicho. Había que saber que existía cierto programa (o podcast), y revisar periódicamente en esa página en donde publicaban episodios para ver si cargaban algo nuevo. Me daba la sensación de que esa corriente tenía mucho en común con la afición por escuchar emisoras en onda corta que transmitían en horarios especiales, y de la que los aficionados reportaban sus informes de escucha en unas tarjetas que enviaban por correo. La emisora, como señal de agradecimiento y premio por su constancia y obsesión, le devolvía a vuelta de correo un pequeño regalo (yo tengo un llavero de Radio Taiwan Internacional). Eso en los términos radiófilos se llama diexismo porque proviene de la sigla DX que en términos telegráficos quiere decir distancia. Estas dos prácticas de escucha, tanto el podcast como el diexismo, tan opuestas tecnológicamente y de forma paradójica llamadas a exterminar la primera a la segunda, en mi cabeza estaban más cerca de lo que podía imaginar.
Así, empezaron a aparecer en mi catálogo de escuchas las páginas de la BBC, de SBS y de ABC, en donde me enganché con sus contenidos, a los que ya llamaban podcasts. Hasta ese momento, sin saberlo, estaba rompiendo una de las reglas de oro del podcast y es que una de sus razones fundamentales era la de acompañar al oyente a cualquier lugar y yo, hasta entonces, reticente a tener un teléfono inteligente, solo tenía acceso a internet desde el computador de escritorio. Tal vez por eso me sonaba tanto como archivos de radio, o al menos en ese momento, los veía como una forma adicional para difundir contenidos de radio, para no sonar desobligante ante mi futura pasión.
Mi aproximación cambió radicalmente luego de algunos años, cuando tuve mi primer teléfono con acceso a internet. Con este, llegó “La Milana Bonita”, un podcast de literatura, que se parecía más a un club de lectura alrededor de una novela generalmente clásica y que conocí en un momento en que estaba loco por intentar escribir y justo cuando empezaba a armar mi biblioteca.
Entonces, empecé a entender que en radio sería difícil hacer un programa con las características de “La Milana”. Es decir, donde se abriera el micrófono a cuatro muchachos estudiantes de literatura, una vez a la semana, para que en casi dos horas hablaran del libro que devoraron la semana anterior. Una emisora comercial claramente no lo haría y una emisora cultural o universitaria no daría espacios de más de treinta minutos para tal proyecto y es claro que a veces en treinta minutos no se puede abordar un tema de esas características con alguna profundidad. Por esa época mi primer hijo era un bebé de meses y aún recuerdo los largos paseos en coche por el parque intentando que hiciera la siesta, mientras me sumergía en las agradables discusiones literarias de “La Milana”.
Ese programa tal vez hizo que implícitamente tuviera más preferencia por los podcasts de entrevistas y tipo panel que por los podcasts narrativos y ahora que lo pienso, también porque tenía la idea conservadora que las historias se leían y no se escuchaban, aunque todos los días consumamos más historias escuchadas que leídas sin que nos demos cuenta de ello. Así empecé a escuchar aleatoriamente cosas en iVoox, aunque nada que pueda ser recomendado o que tuviera una secuencia lógica. iVoox funciona más por temas y el buscador arroja episodios más que podcasts en sí mismos. Esto en mi opinión dificulta la posibilidad de seguir un solo podcast, pero facilita la exploración por palabras clave. Para los que no estén familiarizados, iVoox es una de tantas plataformas de distribución de podcasts -como Spotify, Deezer o Soundcloud-, y está enfocada principalmente al público iberoamericano.
A pesar de estas aproximaciones seguí consumiendo mucha más radio que podcasts, posiblemente por la facilidad de no tener que escoger sino poner una frecuencia determinada. En 2019 me fui del país por un tiempo y me deleité explorando la radio local y aprendiendo un nuevo idioma y eso me alejó de los podcasts, casi que me hizo olvidarlos. Pero regresé a Colombia en plena pandemia, y el encierro, como a todos, me digitalizó aún más. Así, 2020 convirtió en el año de los podcasts. Empecé a encontrarles un gusto hasta entonces desconocido.
Así como una novela o un relato enganchan, tienen un ritmo narrativo con altas y bajas, manejan la tensión de las emociones y en pocas palabras le ofrecen un “trato” al lector a través del escritor, en el que admitimos y admiramos la capacidad con que “juega” con nuestra atención, el podcast hace lo mismo. A su favor, tiene la libertad de contenido y de tiempo en el que lo aborda. El estilo o el formato es libre y algo muy especial para quienes disfrutamos del audio es que está diseñado para ser escuchado con audífonos. La radio, a diferencia, por la calidad de la señal y porque es más un medio que históricamente se ha enfocado en llegar a los lugares más apartados y por la sencillez de su captura, no se enfoca en diseños de sonido ni en paisajes sonoros como ahora muchos podcasts lo hacen.
En los podcasts narrativos es muy interesante ver cómo se va desgranando una historia, y en los buenos podcasts narrativos es más interesante ver cómo al comienzo pareciera que no hay historia. Así como cuando alrededor de un café o un vino ese amigo o amiga que siempre cuenta buenas historias empieza diciendo: “El otro día tomé un bus y a mi lado se sentó…”.
Podcasts para todos los gustos y ocasiones
¿De qué hay podcasts entonces? De todo. ¿Así de exagerado y amplio? Sí. Hay podcasts de jardinería, diseñados para que te pongas los audífonos y te vayas a podar las plantas, a regar la huerta, a deshierbar o a recoger frutos. Mientras tanto, el podcast combina música relajante y te da consejos de jardinería y horticultura. Hay podcasts para entender mejor y cuidar a tu perro, también los hay de diseño de sonido, en donde desmenuzan todo el diseño sonoro detrás de una película que lo amerite. Ahora los hay de ciclismo, ¡con episodios de hasta dos horas y media!
Se puede hacer y consumir un podcast para cada “necesidad”, para cada nicho, segmento de audiencia o grupo de interés y esta es la gran revolución y lo que posiblemente por allá en 2011 yo no entendía. Que el valor del podcast es la especificidad o la identificación de un grupo y la fidelidad hacia ese nicho. Y cuando eso se logra y nosotros como oyentes implícitamente lo aceptamos, esa voz al otro lado se vuelve más íntima que cualquiera que la propia radio nos pueda ofrecer. La radio nos habla, pero el podcast nos susurra al oído y así el contenido es más directo y, en mi opinión, más personal.
Es paradójico expresar por escrito cómo veo un producto que es eminentemente sonido. Es como si alguien me dijera: “¿Ya escuchaste el nuevo álbum de AC/DC?”. Y yo: “No”. “Bueno, mira es como el Back in Black, pero con muchas cosas del Black Ice sin que llegue a parecerse mucho al Rock or Bust. Me parece que las guitarras…”. Es mejor ponerlo y ya.
Cada uno se aproxima como puede y como mejor sienta y entienda la música y en este caso el podcast. Desde sus expectativas y conocimientos previos. Entonces, esta entrada no tiene la idea de ser discursiva, porque artículos de “¿qué es un podcast?” ya hay muchos. Todo esto con la disculpa de poner una lista de los podcasts que más escucho y ofrecer un par de líneas descriptivas de cada uno. Tal vez solo escuchen uno, porque, ya sabemos que puedes amar la coliflor, pero odiar el brócoli. Y que también, esa coliflor, la prefieres asada que al vapor. Entre gustos… entonces de ninguna manera es un ranking y los temas son variados, así como los formatos.
¡Escúchenlos y recomienden los suyos!
Cultura, artes y ciencia:
La cultureta: seis de los más destacados personajes del ámbito cultural español hablan cada semana sobre libros, series, películas. Se disfruta la confianza y desparpajo de las charlas llenas de contenido, aunque a veces puede parecer muy español para el oyente latinoamericano.
Te puede interesar: Elogio a La Cultureta.
La escóbula de la brújula: uno de los más exitosos en España. En cada episodio se aborda un asunto curioso, enigmático o un momento histórico sin prisas y por gente que parece saber de todo en la vida. Nunca te vas sin aprender algo nuevo.
Bill Gates and Rashida Jones ask big questions: siempre da curiosidad escuchar a Bill Gates que parece tener la razón en todo. Aquí encontró a una excelente interlocutora.
Hotboxin with Mike Tyson: escuchar a Mike Tyson me impresionó. Es mucho lo que tiene que decir y sus opiniones son más lúcidas de lo que esperaba. Además, tiene muy buenos invitados.
Deportes:
El leñero: ciclismo puro y duro. Dos episodios por semana en donde se habla sin restricciones con un invitado o se polemiza sobre hechos de ese deporte. Muy recomendados los episodios con invitados, con leyendas del ciclismo a nivel mundial.
Música:
Café Musicast: Eduardo Arias y Manolo Bellon. No necesitan presentación para hablar de música. No tiene desperdicio.
Narrativo:
Esto no es radio: donde he escuchado uno de los mejores episodios de un podcast narrativo: “Hermanos Vikingos”, sobre la matanza de estudiantes en Tlatelolco en 1968. Es bastante local (mexicano), pero una gran propuesta aparte de los ya consolidados podcasts de no ficción.
Muy Waso Podcast: podcast boliviano, que no tiene nada que envidiar a los grandes podcasts narrativos con un diseño de sonido impecable.
Recetario sonoro de ingredientes en peligro: con la excusa de hablar de ingredientes de cocina en vía de extinción se abordan sus problemáticas con una narración muy bien lograda. El diseño de sonido es de mis favoritos:
Heavyweight: historias muy bien logradas sobre cómo dejar atrás esos hechos que representan una carga. Escuchen el segundo episodio “Gregor”.
Catástrofe ultravioleta: no es necesariamente narrativo, pero toma mucho de este formato para presentarnos un gran tema, siempre interesante en cada episodio.
El súper recomendado:
Las palabras y las cosas: es el podcast que hacemos entre Oscar Iván Pérez, Alejandra Acosta, Diego León y quien escribe esto. Una forma de canalizar este gusto encontrado por los podcasts y mostrar desde la visión de cada uno cómo relacionamos palabras y situaciones con experiencias personales y cosas que nos gustan. ¡Ya estamos preparando la segunda temporada!
Te puede interesar: Las palabras y la cosas: especulaciones colectivas en formato podcast.
Notas: la RAE recomienda que el plural del anglicismo podcast en español sea igual que su singular en español: pódcast. En inglés su plural es podcasts. En esto he desconocido deliberadamente a la RAE. Los links son todos de Spotify para facilitar su búsqueda.

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Un comentario en “Podcasts. Para escuchar con audífonos y sin afán”