Yo también caí en el cuento de moda

Texto y fotos por Mabel Giraldo.

Subí al ascensor. Adentro estaban dos hombres mayores. “Good evening (Buenas noches)”, saludé. Me miraron y empezaron a hablar entre ellos. “¿Do you speak Arabic? (¿Hablan árabe?)”, les pregunté. Uno de ellos asintió y me dijo: “But we are not the same color (sí, pero no somos del mismo color)”. Lo miré y me quedé pensativa unos segundos; después respondí: “Todos somos los mismos, no sé a qué se refiere”. Le mostré mis brazos y me volteé, me bajé del ascensor y el hombre que había respondido salió detrás mío; se acercó como si fuera a decirme algo y en ese momento me dio un manotazo en el pecho….“What the fuckkkk?!!! (¿Qué le pasaaa?!!!)”, le respondí; pero estaba tan desestabilizada y tan confundida que no sabía qué más decirle ni cómo reaccionar.

Empecé a caminar por el pasillo hasta llegar a mi habitación, y cuando estaba sacando la tarjeta para abrir la puerta, el tipo estaba detrás de mí. Me agarró muy fuerte e intentó besarme. Yo entré en shock y lo empujé lo más fuerte que pude con mis brazos y piernas. Lo tiré contra la pared y se pegó muy duro en la cabeza. Cuando lo vi en el piso y con intenciones de pararse, mirándome, salí corriendo buscando el ascensor; como estaba unos pisos más arriba, busqué las escaleras de emergencia y bajé al lobby del hotel para informar lo que me había pasado. Me sentía como en una película de terror, corriendo por las escaleras de emergencia y mirando hacia atrás esperando a que el hombre no viniera detrás de mí. Cuando llegué a la recepción estaba súper alterada, no podía casi ni hablar, pero alcancé a pedir que revisarán las cámaras del séptimo piso.

“¿Qué le pasa?”, me preguntó el empleado que estaba en ese momento. Le respondí: “Necesito que revise ya mismo las cámaras del piso siete e identifique al hombre que estaba ahí; ¡¡¡Me agredió!!!”. Revisaron las cámaras y vieron todo lo que había pasado; inmediatamente las personas de seguridad subieron a buscarlo y a pedirle que abandonara el hotel. El señor era un huésped de Arabia Saudí, que estaba unos días de pasó por Mumbai, al igual que yo, por temas de trabajo. Me sentí mucho más tranquila sabiendo que el sujeto en cuestión no estaría más en el hotel; sin embargo ese incidente me marcó profundamente. Algo había escuchado sobre las mujeres de Occidente que están solas en India, pero para ser sincera no puse mucha atención en leer comentarios o blogs de viajeras hablando sobre sus casos. No quería llenarme de miedo y quería pensar que todo estaría bien.

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A India llegué el 19 de marzo de este año, en un vuelo de Emirates que tomé desde Abidjan, capital de Costa de Marfil y ciudad en la que estaba viviendo desde hacía más de un año. Al llegar al aeropuerto en Mumbai mis compañeros me recogieron y durante tres semanas el viaje fue el más tranquilo del mundo. Lastimosamente cuando empezamos a viajar por diferentes ciudades, la temperatura, las condiciones sociales y culturales de cada región, me generaban mucho asombro y en algunos casos incluso malestar. Si bien venía de una ciudad en donde hace calor la mayor parte del tiempo, no estaba acostumbrada a estar en temperaturas mayores a 38 grados; y en Delhi durante mayo y julio la temperatura sube a más de 45 grados.

Las condiciones socioeconómicas son fuertes y están muy marcadas las diferencias sociales; en India hay una gran diversidad cultural y por lo general se siente un respeto por cada una de las religiones y sectas, sin embargo a la hora de la verdad, la segregación por color o estrato socioeconómico es evidente. No es lo mismo tener la piel de un tono oscuro a ser alguien de tez clara. Y esto precisamente es lo que marca y diferencia a las personas que vienen de otros lugares.

Ser mujer en un país como India es estar por debajo del trato justo y decente que todo Ser Humano merece y he ahí el problema. La mujer es tratada como un ser inferior; además de esto, las mujeres que vienen de Europa o América son consideradas piezas fáciles, esto se debe a que muchos medios muestran siempre a una mujer liberada y sin tapujos, lo cual no está mal, pero gran parte de los hombres en India confunden esto con libertinaje sexual, a lo cual no están acostumbrados por sus principios culturales y religiosos y se toman el derecho de abusar. La autoridad o la Policía no hace nada al respecto y es muy común escuchar acerca de una cantidad de casos de mujeres violadas y asesinadas.

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He viajado y observado detenidamente, he recorrido y vivido en diferentes países desde hace 10 años, he tenido experiencias fuertes y en más de una ocasión me he visto obligada a simular ser una mujer brusca y con tonos machistas para que mi palabra y mis acciones sean tenidas en cuenta. Vengo de una familia antioqueña, de raíces muy paisas, lo que implica crecer y estar inmersa en una cultura regionalista con tonos machistas, en donde la mujer en las generaciones anteriores se encargaba del hogar y de estar en casa con la familia y el oficio externo era destinado únicamente al hombre. Aunque crecí en este contexto, fui criada siempre con igualdad de condiciones y libertades similares a las de mi hermano hombre; sin embargo, el crecer en una cultura en la que la mujer se debe destacar por su ‘feminidad’ me marcó profundamente desde mi niñez. Me he rebelado siempre frente a esto, y en lugar de bailar ballet cuando niña e ir a salones de belleza, opté por jugar fútbol y creerme expedicionaria. En algún momento cambié las faldas por las pantalones camuflados y botas pantaneras y las blusas rosa de niñas por camisetas de mi papá.

Salir al mundo y ganarme la Vida como lo he sabido hacer, me ha costado lágrimas y tropezones fuertes, y sin duda alguna hoy puedo decir que lo que más cuesta es pararme frente a hombres y demostrar que detrás de una figura cuidada, de un cuerpo que Amo, Respeto y Valoro, existe una mujer que merece plena atención a sus palabras, sin que esa figura femenina afecte lo que los otros piensan al respecto. Tener que enfrentarse a un mundo marcado por una moral absurda que rebaja a la mujer que quiere ser libre, no es tarea fácil. No es fácil tener que esconder o pretender disfrazar la naturaleza con la que hemos venido a este planeta para recibir el respeto que merecemos. No me considero feminista, pero tampoco puedo ignorar lo que pasa y mucho menos creerme una víctima.

Mi experiencia en India fue en su momento una pesadilla que me quitó el sueño por varias noches y me hizo pensar una vez más en las muchas mujeres que cada día son abusadas en diferentes países. Sin embargo, la misma experiencia me dio las fuerzas para pararme con más valentía y enfrentar a los hombres que se creen con derechos para hacer sentir menos a las mujeres. “¡Resistencia!”, escribí en mi muro de Facebook el día en que tuve el incidente en el hotel.

Hoy, después de analizar con calma lo que pasó y de ver por varias semanas cómo muchas de mis amigas se unen a una campaña en redes sociales que demuestra que también han sido víctimas, prefiero escribir y contar esta historia, no como una simple pesadilla que no quisiera volver a vivir, sino como símbolo de solidaridad y de incitación para que las mujeres nos quitemos los estereotipos con los que hemos sido marcadas y salgamos sin miedo a enfrentar lo que el mundo tiene por ofrecernos. Ponernos la armadura y hacernos fuertes, porque siento que expresando y compartiendo las vivencias, es posible crear el cambio.

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3 comentarios en “Yo también caí en el cuento de moda

  1. Totalmente cierto. Se volvió moda maltratar. Pensar q de cualquier edad, credo, raza. Solo el echo de creer, q somos débiles y q no sabemos defendernos; abusan sea de palabra o echo. No se respeta. No se ama al otro./a. Y lo malo es q se está volviendo norma.

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  2. Excelente artículo, creo que lo importante es nunca quedarnos calladas ante una injusticia y mas cuando son los hombres quienes cree tener posesión de cualquier mujer y se ocultan es sus religiones.
    Sigue en tu camino y se siemore feliz 🙏✨

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