Treinta y tres

Si no hubiese estado conmigo,
le habría contado de las ventanas que parecían pinturas
de la neblina que le caía encima a todo haciendo que se viera como un sueño
de cómo los cielos los pintaban cuando estaban azules
de las noches que empezaban temprano y los días que no madrugaban
del té que se tomaba en una casa de muñecas
del castillo que albergaba la carta magna
del diablillo que vive en la catedral
del hermano que lleva tratando de rescatarlo a punto de ventiscas más de 3 siglos
de un marroquí que soñó con unirse a los zapatistas
de una tienda donde uno entraba sólo por oler el pan
de los pájaros que me visitaban
de los gatos callejeros

¡Pero estaba conmigo!

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