Por Norman Tirano / Instagram: @normantirano

Todos los domingos que salgo a la ciclovía con mi esposa veo a estos artistas en el recorrido que hacemos por la carrera séptima de Bogotá. Casi siempre el clima es un poco nublado, las calles son grises, y lo que más me llama la atención es cómo sobresalen, entre la multitud, las estatuas humanas con sus despampanantes y vistosos trajes. Lo más paradójico es que muchas veces, a pesar de sus coloridos atuendos, muchos de ellos pasan desapercibidos entre tanta contaminación visual y caos urbano.

La sociedad nos condiciona y obliga a comportarnos de acuerdo con el contexto en el que nos desempeñamos, pero también hay un factor importante que nos va encaminando y que podríamos decir que es mucho más fuerte que nosotros mismos: la necesidad, ese impulso de querer satisfacer lo que nos hace falta, aquello de lo que carecemos y que de alguna manera activa el deseo de estar siempre en el siguiente nivel.

Estos artistas trabajan duro para ganarse el pan de cada día asumiendo otra identidad, persiguiendo de la manera más humilde un reconocimiento de su actividad, buscando que su labor sea vista como un trabajo legítimo, un trabajo real que aporta un poco de cultura a la sociedad. Al verlos, me pregunto: ¿en qué momento somos dueños de nuestra verdadera identidad? ¿Qué identidad asumimos según el contexto? ¿O acaso somos totalmente auténticos en el transcurso de nuestras vidas? A mi parecer, convertirse en estatuas es una forma de disfrazar el alter ego que llama de alguna manera a ese niño interior que alguna vez nos hizo sentir como superhéroes.

Hace algunos meses decidí empezar este proyecto de fotografía, por lo cual me contacté con cada uno de los artistas, les comenté de qué se trataba la idea y muy amablemente me dijeron que sí estaban dispuestos a participar. Más allá de la exigencia profesional y perfeccionista del trabajo, me alegra haber conocido personas común y corriente, echadas «pa’lante», que ejercen su arte cuidando hasta el más mínimo detalle. Entre lo más lindo que me ha dejado el proyecto están los nuevos amigos, colombianos y venezolanos con quienes compartí experiencias memorables y una que otra pola al calor de una linda tarde bogotana.

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