Escopetas

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Por Juan Sebastián Arroyave.

Esta serie contiene relatos pintorescos y desparpajados de mi experiencia de vida en Rusia que ya completa más de un año, después de que un capricho inoportuno nos trajo a mi esposa, mi hija y a mí desde nuestro hogar en China. Como cualquier otro país, Rusia no está en su capital, Moscú, ni en San Petesburgo. La verdadera esencia de una nación se encuentra bajo su piel, escondida en su profundidad, en su periferia y yo vine a parar, nada más y nada menos, que a pocos metros de una base militar. Aquí les dejo la cuarta entrega de la serie.

Hace unos días nos reunimos con algunos amigos. No estábamos celebrando algo en particular, pero sí había mucho vodka; más del realmente necesario. Este tipo de encuentro entre amigos es muy común en Rusia y yo lo llamo la cultura del garaje, porque acá los garajes cobran una importancia especial en la vida social. En la Rusia periférica, los viejos complejos habitacionales de la Unión Soviética no tienen parqueaderos para los vehículos. En cambio, hay lotes de garajes en los que la gente almacena toda suerte de pertenencias -excepto vehículos- y se reúne para pasar un buen rato.

La reunión estaba chévere cuando llegó Zhenya, un muchacho que unos días atrás, al forcejear con otro amigo por el turno para disparar una escopeta de gas comprimido, había recibido, por accidente, un disparo de un diábolo de plástico en el pie derecho. Luego de repasar el evento y de mostrar la herida, la conversación giró alrededor de la cuestión de la caza deportiva, una actividad bastante arraigada entre los hombres rusos, que valoran altamente la destreza en el ámbito de lo rupestre.

En ese momento empezó una discusión muy interesante que voy a simplificar así:

Mujeres: No entiendo qué le ven a matar animales.

Hombres: Es para controlar la población.

Mujeres: Eso lo puede hacer la naturaleza.

Hombres: Si fuera así, no veríamos liebres y zorros cerca de pueblos y aldeas.

Mujeres: Ellos son animales, solo van por ahí buscando qué comer.

Hombres: Y ellos son comida (carcajadas).

Mujeres: A mí no me gusta el conejo y jamás comería zorro, lobo u oso.

Hombres: Pero es que, además, llevan enfermedades. Una vez, un amigo llevó a su perro a la cacería y el zorro, al defenderse, lo mordió, y el perro murió un par de días después.

Mujeres: ¿De quién es la culpa?

Hombres: No se trata de eso, se trata de que llevan enfermedades que pueden ser peligrosas para los humanos.

Mujeres: Como el coronavirus…

Todos reímos y nos tomamos una ronda de vodka que hubiera preferido no probar. 

Hombres: Si no fuera necesario controlar las poblaciones de animales salvajes y las enfermedades que traen, entonces ¿por qué el gobierno abre la temporada de caza?

Mujeres: ¿Entonces lo más lógico para mantener las enfermedades lejos es que la gente vaya al bosque a matar a esos animales enfermos y peligrosos y luego los lleven a sus casas?

Hombres: Así que cazar animales es malo, pero la carne que hay en tu plato sí está bien…

Mujeres: Es diferente, los cerdos no son salvajes ni están amenazados ni los matamos nosotras. 

Hombres: Eso es hipocresía, porque estos animales crecen encerrados en granjas y luego los matan de un martillazo.

Mujeres: Sí, es malo pero…

Los hombres celebraron con otra ronda de vodka. En ese momento Irina me preguntó cuál era mi opinión, así que decidí participar.

Yo: Es diferente. Ellas no están diciendo que no se debería matar animales en absoluto. Una cosa es la necesidad de alimento y otra es matar por diversión. En un mundo ideal no habría que matar animales para suplir nuestras necesidades. Lo que ellas critican es que se mate por diversión.

Hombres: No es solo por diversión, hay muchas cosas que utilizamos de los animales, como las pieles, por ejemplo. ¿Cómo haríamos abrigos lindos o bolsos para mujer sin zorros o cocodrilos?

Yo: Esas cosas no son necesarias, comer sí, el calzado también, pero para eso hay granjas que los crían. Para mí la caza es, en el fondo, simple deseo o necesidad de matar.

Hombres: No, lo hacemos porque a las mujeres les gustan esas cosas.

Yo: ¿Qué? ¿Los lujos?

Hombres: La mujer necesita adornar su belleza.

Yo: Listo. Matemos zorros para adornar la belleza de las mujeres con sus pieles y cocodrilos para que guarden sus labiales en sus carteras. Pero ¿qué me dicen de un león? ¿Para qué sirve cazar un león? O ¿para que alguien necesita un porta cigarrillos de marfil de elefante o de narwal o una mano de oso?

Hombres: Bueno, pues…

Y el debate se diluyó en otra ronda de vodka seguida de una improvisada y juvenil ronda de baile que me hizo sentir como si estuviera en el show de Xuxa.

Foto de Tima Miroshnichenko en Pexels.

Lee “Sancocho de otoño ruso“, el primer post de la serie Relatos de un latinoamericano en Rusia.

Lee “El sapo“, el segundo post de la serie Relatos de un latinoamericano en Rusia.

Lee «Es un narcótico«, el tercer post de la serie Relatos de un latinoamericano en Rusia.

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