Por Juan Sebastián Arroyave
Hace unos días quería cocinar un sancocho bien cargado de cilantro. Cocer la papa hasta que casi se deshiciera. Hacerlo trifásico para más placer, con pollo, res y cerdo que se puedan cortar con la cuchara. Así me gusta a mí y así lo adora mi esposa y, aunque mi hija lo rechaza con un decidido “Ew, yuck!!” (el equivalente a “Fuchi, gas!”, en español tolimense), sé que algún día también caerá rendida ante la sazón afroandina del papá.
Ya son varios años de resignación, de saber que no hay manera de hacer un sancocho decente porque ni en China ni en Rusia se encuentra la yuca ni ninguna de las innumerables variedades de plátano verde que puede llevar un sancocho para ser realmente un sancocho. Incluso la mazorca y hasta la carne pueden faltarle a esta sopa, lo que sea, pero no el cilantro. Y no lo conseguí en el mercado.
“Tengo petrushka y ukrop -perejil y eneldo-, pero cilantro no llegó”, me dijo la señora de las verduras y entonces vi mis sueños de sancocho deshacerse como la papa cocida.
Me van a perdonar quienes saben de cocina, pero el perejil es el rastrojo más inútil que conozco y jamás lo pondría en comida alguna y cuando me sale en algún plato, lo hago a un lado como lo que es: un estorbo. Incluso me imaginé diciéndole a alguien en broma “más feo que sancocho con perejil”.
Pero el eneldo tiene su gracia, su aroma y lleva unas ramitas, plenamente consciente de que el exabrupto que estaba a punto de cometer sería como llegar cerca a un orgasmo, pero no lograrlo y tener que fingirlo —sí, también nos pasa a nosotros y da ira—.
Mi sancocho de otoño ruso con eneldo en vez de cilantro no quedó tan mal a fin de cuentas. Supongo que para el paladar de mis suegros y cuñados no hay una gran diferencia, porque les gustó y repitieron. Mi esposa sí lo notó y la satisfacción cuasi-orgásmica del sancocho acilantrado que tumba a cualquiera a dormir no fue igual esta vez.
Pero así es el otoño. No es verano ni invierno, no es lo uno ni lo otro y, aunque no es tan malo pero tampoco tan bueno, hay una gran belleza y una lección en esta estación. Como diría el gran poeta Alexander Pushkin: “La belleza del otoño es la belleza de la resignación”. De mi parte, ya me resigné a seis meses de sancochos sin cilantro y aún me quedan algunas semanas para resignarme al invierno de menos treinta y pico de grados que se acerca día a día.
Actualización: cinco meses después de mi último sancocho, adivine, estimado lector, qué maravilla encontré hoy en ramitos verdes en el mercado de mi amiga kazaja… ¡Sólo le diré que mañana vuelvo a preparar sancocho!
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Imagen destacada tomada de Pixabay.
7 respuestas a “Sancocho de otoño ruso”
Hola Juan, me encanto el final feliz que te llevo a encontrar las hojitas del poder ( cilantro) pero te felicito por explorar y adaptar nuestro sancocho . En favor del perejil te diré, que yo lo uso en una receta de ensalada de garbanzos y le da un sabor increíble además de mi amigo el taboulé ☺️
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Tu presentación está genial. Especialmente me gustó lo de «volví a nacer en varios mundos». Y en Sancoho de otoño ruso pude imaginarme a tus suegros y cuñados rusos «saboreando» el sanchocho con eneldo. Me los imaginé también, aunque no lo mencionaste, saboreandose aún más 5 meses despúes con el sancocho acilantrado… Una isla de cilantro en la mitad de la sopa…
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Olvidé mencionar en el comentario anterior que ya marqué la casillita requerida de notificación de nuevas entradas por email, pues estaré esperando con entusiasmo próximas entradas como las de «peluquearse en China» o «comprar leche fiada en Rusia»…
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[…] “Sancocho de otoño ruso“, el primer post de serie Relatos de un latinoamericano en […]
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Juan Sebastián, me alegra conocer esta faceta tuya y también me alegra descubrirte explorando recetas típicas como el sancocho con aires mundialistas, si gustó tanto en Rusia ,podrías probar suerte con otras recetas de nuestra gastronomía, por ejemplo un ajiaco con eneldo, jejejeee
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