Por Ximena Pérez Hoyos.
–¿Qué te parece si aplicamos a China? –me pregunta–. Mi hermana estudió allá con una beca completa y le ha ido muy bien desde que regresó.
–Suena muy bien, pero creo que esta vez paso –le respondo–. Me gustaría visitar China por unos días, pero por ahora creo que el choque cultural sería demasiado fuerte si tuviera que vivir allá. Además, ¡¿tu hermana no estuvo allá como tres años?!
–¡Sí, claro! –responde–. Un año estudiando lo básico del idioma y dos más haciendo su MBA.
–¡Ni loca voy a estudiar allá! Mi único requisito para la aplicación: tiene que ser en Europa.
*
15 horas de vuelo más tarde.
–¡Estoy demasiado cansada! –le digo–. Odio los aviones, son demasiado incómodos. Voy a dormir por lo menos dos días seguidos.
–Lo dudo. Mañana tenemos que firmar los papeles de la Universidad y además hay un sitio que quiero que conozcas. ¡Te va a encantar!
–Ok. Pero primero almorcemos que me muero de hambre. ¿Qué se come acá?
–Aquí en la guía dice que tenemos que probar la sopa de Goulash o el pollo paprika. Recomiendan que vayamos a algún restaurante en Raday Utca.
–Vayamos allá entonces.
*
–Mira, este es el Puente de la Libertad –me dice señalando un enorme puente de color verde y estructura metálica–. Es uno de los tantos puentes que unen las dos partes dela cuidad que está divida por el río Danubio. A veces cierran el puente y las personas pueden venir y sentarse sobre el puente a tomar cerveza o palinka, que es como el aguardiente de acá.

–Eso tendremos que hacerlo antes de que haga demasiado frío. ¿Y qué es eso de enfrente? –le pregunto señalando una estatua gigante en la cumbre de una colina. Tiene la forma de una mujer y está sosteniendo algo que parece una hoja de un árbol gigante.

–Esa es la Ciudadela, una especie de fortaleza. Atrás de la estatua están los muros que la encierran. En la guía dice que fue construida en 1854 por los Habsburgo como edificio de vigilancia. Está sobre la Colina Gellért. Y ese edificio que está al lado es el hotel Gellért –dice apuntando con el dedo un enorme edificio antiguo de color–. Hay unos baños termales súper famosos dentro. La mejor época para visitarlos es en invierno cuando la temperatura baja y contrasta con el calor del baño termal.

–¡Anotado como plan de invierno entonces! Si no es ahí, ¿a dónde vamos hoy?
–Es una sorpresa. Solo te voy a decir que, si te han gustado los edificios grandes y antiguos, al que vamos te va a encantar. Podemos caminar por Vaci Utca, que es una calle llena de restaurantes y tiendas de todo tipo, o podemos caminar por la orilla delDanubio y ver los barcos y los edificios que están cerca. ¿Qué prefieres?
–¡Por la orilla del Danubio! –respondo sin pensarlo–. Otro día pasamos por esa calle.
Vamos caminando y en cada calle hay un edificio gigante que llama mi atención. A lo lejos veo un montón de zapatos a la orilla del río. “¿Qué será eso?”, le pregunto.
–Es un monumento a los judíos asesinados en la Segunda Guerra Mundial. Según cuentan, al final de la Guerra las tropas alemanas se estaban quedando sin balas para asesinar a los judíos, así que decidieron traerlos en grupos a la orilla del río, los hacían desvestir y los amarraban con alambres de púas formando hileras de personas. Para ahorrar balas, les disparaban en la cabeza a las dos personas de los extremos, quienes, con su peso, se llevaban al agua al resto del grupo. Si no morían ahogados, morían de hipotermia, porque el agua estaba helada en esa época del año.
Me quedo sin palabras. Es la historia más terrible y triste que me ha contado. Me vienen a la mente películas que vi hace tiempo sobre la Segunda Guerra Mundial: “El pianista”, “La lista de Schindler”, “El niño con el pijama a rayas” y “la vida es bella”, por supuesto. Recuerdo como lloré con todas ellas. Pero es más duro toparse de frente con tanta maldad.

–Ya casi llegamos –me dice–. Pero ya no me puedes preguntar más. Cuando estemos allá, lo sabrás.
Seguimos caminando unos cinco minutos cuando de repente lo sé. Hemos llegado. Lo miro y me río.
–Ves, te dije que lo ibas a saber –me dice riendo también.
–¡¿Qué es esto tan espectacular?! ¿Un castillo? –le pregunto.

–Es el Parlamento –nuevamente busca laguía y empieza a leer–: El Parlamento essímbolo de la soberanía del país y uno de los edificios más bellos del mundo. Construidoentre 1884 y 1902, el Parlamento fue la obra más grande de su época. Con estiloneogótico, la edificación consta de 691 habitaciones y tiene unas dimensionesde 268 metros de longitud y 118 metros de ancho. Es el tercer parlamento másgrande del mundo después del de Rumanía y el de Argentina.
Empezamos a caminar alrededor del Parlamento que es de color blanco, con techos rojizos y puntiagudos. Estatuas de personas que adornan sus fachadas. Tiene una forma simétrica de la cual resalta una gran cúpula en la parte central. En el frente, están dos leones adornando la entrada principal que se encuentra cerrada. Hermosos jardines adornan ambos lados, jardines que parecen recién sembrados, pues las flores y el césped están perfectos.

Paramos una persona que está observando el Parlamento y le pedimos que nos tome una foto. Como no tengo idea en qué idioma agradecerle, lo hago en inglés y me quedo pensando: “Oye, ¿no sabemos ni siquiera decir gracias?”, le pregunto sorprendida.
–Se dice Köszönöm. Eso es todo lo que sé –responde riendo–. Dicen que este idioma es uno de los más difíciles de aprender. No creo que lo hagamos en los dos años que vamos a estar acá. Ah, hola y chao se dice Szia. Con eso estaremos bien.
Mi fuerte no son los idiomas, así que me tranquiliza su reflexión.

–¿Qué más vamos a hacer hoy? –le pregunto–. Ya se está haciendo de noche.
–Vamos a cruzar al otro lado en el metro para mirar el parlamento desde el frente. ¿Qué tal te ha parecido la ciudad hasta ahora?
–Me encanta: ¡es espectacular! –le digo.
–Pues espérate un poco porque dicen que lo más lindo de Budapest se ve en la noche cuando está completamente iluminada. Y el parlamento no es la excepción, así que apúrate para que podamos ver cuando enciendan sus luces.

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