El duelo y la muerte, lugares desconocidos

23 de junio de 2020,

21 meses del vuelo de Alejo,

21 meses de mi duelo.

Naciones Unidas estableció el 23 de junio como el ‘Día internacional de las V…’ Esa palabra no la voy a escribir, porque no me identifico con ella, me identifico con otra.

Anoche, en medio de sonrisas, llantos, redes invisibles y mucha magia, Daian, una chica que empezó el camino del duelo hace unos meses porque su esposo Lucas trascendió, me dijo: «Esa palabra que empieza por V no nos define, me gusta más esta: Valiente. Estoy contigo». ¡Yo también estoy contigo! y sabemos que Alejo y Lucas están con nosotras, aunque sea doloroso, aunque quisiéramos que estuvieran físicamente con nosotras, eso ya no es posible, pero si es posible todo lo otro que nos pasa con ellos y nadie más puede entender. Cada día serán más evidentes, más visibles los hilos invisibles que nos unen, el amor por supuesto es el principal, por eso no dejo de sorprenderme, por eso cada vez que llega la magia en la vida sonrío, los ojos se me mojan, suspiro y se me acelera el corazón.

Alejo partió, emprendió el vuelo más importante, ese que todos tarde o temprano vamos a emprender. Ahora yo siento el asombro que él sentía en las cosas «pequeñas» de la vida, ahora la que se asombra, sonríe genuinamente y agradece soy yo, no tengo de otra y me gusta agradecer, me gusta sentir, aunque a veces quisiera no sentir tanto la vida y la muerte.

El 9 de febrero de 2020 escribí uno de esos tantos textos que son para mí, que quizás solo lo entiendan/sientan quienes han pasado por el duelo y la muerte de seres muy cercanos. Hoy, cuatro meses después lo quiero compartir, no solo porque Alejo cumple 21 meses de su vuelo y yo de mi duelo, sino porque tarde o temprano todos habitaremos esos lugares, aún desconocidos para muchos: el duelo y la muerte.

Como le dije anoche a Daian, «a tu esposo y al mío les pasó primero; a ti y a mí nos pasó primero, muchos nos mirarán como si solo nos pasara a nosotras, incluso nosotras creemos que solo a nosotras nos pasa, pero no, no somos inmortales y a todos tarde o temprano les/nos va a llegar».

Puedes estar en duelo porque la persona que más amas en el universo falleció, pero al parecer al resto del mundo ya dejó de dolerle e impactarle. Todo volvió a la normalidad para ellos y por tanto, esperan que tú también ya estés «normal», que vuelvas a la vida que tenías ¡Cómo si eso fuera posible! No lo es porque la vida que solías tener con esa persona ya no es más, los proyectos que anhelabas en conjunto ya ni siquiera son sueños; la vida que conocías te cambió en un instante y para siempre.

Sabemos que un ser amado puede morir en cualquier momento, esperamos que sea al llegar a ancianos. Sospechamos que será difícil y doloroso, pero ni siquiera imaginamos que con la muerte también llegan la incredulidad, el shock, la rabia, el desasosiego, la incertidumbre, la falta de aire, la tristeza, la depresión, la negación, el dolor insoportable, el miedo, el miedo a vivir sin esa persona, el miedo a vivir una vida con  ausencia y con tanto dolor.

Entonces, sabemos que el alma literalmente duele y entiendes finalmente que ésta sí existe, porque sientes cómo se desgarra, sientes cómo el corazón se une a ella para querer paralizar al mundo, pero en vez de parar, todo se acelera, te genera ansiedad y te sumerges queriendo salir de los ataques de pánico que antes no conocías y que de vez en cuando veías en tu esposo, las noches en las que él se despertaba pensando que había muerto. Sientes la necesidad permanente de suspirar pues se te dificulta respirar, te ahogas constantemente. También se te cierra o se te abre el apetito; sientes por momentos que no puedes tragar la comida; así como tu esposo por su enfermedad tampoco podía. Pero sabes que él ama(ba) comer, que hay que brindar con un choque de tenedores o de cualquier cubierto, entonces te motivas a probar lo que antes no probabas y sientes lo que antes no sentías.

Imaginamos que podemos enloquecer, pero no esperamos que realmente nos sintamos desgarrados, trastornados, desconcertados, desmemoriados, esperando que tu esposo vuelva como todos los días durante tantos años a “fundirse en un abrazo contigo, a abrazarte y quedarse en silencio un rato ¡solo sintiéndote!”, como solía decirte.

Piensas que te estás perdiendo de su nueva presencia y entonces lo buscas por todas partes. Sin embargo, sigues anhelando con todo tu ser que regrese, pero ya no va a volver de la manera que quisieras, aunque siga tocando tu alma, pero nunca más tu cuerpo y tu el de él, y tocar es un acto físico, así que es ahí en donde la vida es netamente física.

No nos adentramos a la ausencia y al vacío sino con el tiempo, cuando ‘la realidad de la muerte’ entra a tu cerebro, a tu alma, a tu cuerpo, a tu piel, a tus sentidos, a tu casa, a tu cama, a tu vida; cuando el vacío en el estómago y en el ambiente es infinito. Y entonces te aterra que la vida siga, quieres que vuelva a ser lo que era antes, pero ya no será, es irreversible. Sientes la permanente necesidad, quizás por miedo al olvido, quizás porque para ti sigue vivo, de mantener a tu ser querido con vida y a fortalecer aún más el lazo del amor, entonces entiendes que la muerte no separa, sino que une, fortalece los sentimientos, fortalece el amor imperecedero, sempiterno, «que dura para siempre; que, habiendo tenido principio, no tendrá fin».

Compruebas con todo tu ser que el amor es infinito, que esa historia de amor se ha vuelto absoluta y eterna. Sientes lo que algunos pocos han experimentado en este mundo, que el amor es inmortal, es eterno, porque solo los que amamos de verdad sabemos que tu ser amado solo se te adelantó y que mientras llega tu momento, él seguirá vivo en tu corazón, el cual sigue y seguirá latiendo por amor a él, a ti, a ellos, a mí.

Mientras llega mi momento, Alejandro, mi esposo y mi mejor amigo, seguirá en el cielo de mi corazón. Te invito a que tu ser querido esté en el cielo de tu corazón, pero también a que vivas las emociones tal cual llegan, no huyas de ellas, que sonrías y llores por ellos con la naturalidad que merece la vida y la muerte física. Alguien me dijo un día, «los grandes hombres (seres) merecen grandes lágrimas». Cada emoción que sintamos habitará en la más grande de todas, en el amor, ese es el refugio, el hogar de las todas las demás emociones.

El duelo y la muerte resultan ser lugares completamente desconocidos, hasta que
llegamos a ellos.

*Dibujo de mi sobrina María José Carrasco, para el cuento «Alejo y la Mariposa»

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8 respuestas a “El duelo y la muerte, lugares desconocidos”

    • Nunca estamos preparados, siempre quisiéramos así sea un día más o 10 años más, como sería tener a la abuelita Raquel y bueno muchos muchos años para Alejo que se fue tan joven 💔

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  1. Carolina: gracias por sus palabras, me llegan en un momento en que las necesitaba para recordarme mis prioridades. Me solidarizo con su duelo, le envío mis condolencias y la felicito por su valentía al escribir estas palabras conmovedoras. Cuando tenia 25 años, perdí a mi hermanita menor en 2005, ella luchó durante 21 años con una enfermedad del corazón congénita, mi duelo duró más de 10 de años, mi corazón y mi alma lloraban cada vez que recordaba todo lo que habría debido decirle en vida, hoy en día siento que ella me toca el alma, me cuida y me consola, se alegra y ríe conmigo también. Al leerla siento que usted vive lo mismo y por eso le envío mi mejor energía, para que más temprano que tarde se multipliquen los momentos felices mucho más que los dolorosos, mientras se reencuentra con Él. Nuevamente quiero decirle Gracias mil Gracias por sus palabras.

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    • Wow, ¡gracias a usted! Por expresar lo de su hermanita y también lo del duelo, solo quienes hemos vivido una perdida muy cercana, de alguien demasiado importante, entendemos el dolor, aunque cada duelo sea único, personal e intrasferible. Muchas gracias por sus palabras, de verdad!

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  2. Carolina hermosa mil y mil gracias, fue el momento preciso para leer tan bellos fragmentos que tocaron mi alma y mi corazón. Mi amor está conmigo,prosigo en la lucha. Gracias por la dedicatoria. Eres inmensamente especial. Un abrazo querida amiga. Marisol😃

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  3. Hola, Carolina.

    Me ha gustado mucho tu artículo. Me llega en un momento difícil ya que estoy atravesando un duelo. Un familiar muy querido falleció el mes pasado y estoy muy triste. La época que estamos viviendo —con hospitales saturados y aislamiento— no ayuda para nada.

    He pasado varios duelos, pero este en particular me hizo despertar, y estuve pensando en todos mis duelos. Así, entre llanto y llanto, necesité escribir sobre mis muertos y al final surgió un libro. Es un tema trillado, pero creo que no reflexionamos lo suficiente, que no socializamos la vivencia de la falta, de la angustia. Los duelos son grandes oportunidades para aprender. Por alguna razón, levantamos vallas para tapar las grandes preguntas que provoca la muerte en cada persona: ¿hay un después?, ¿adónde van los muertos?, ¿por qué no le dije a tiempo que lo quería?, ¿por qué no le hice las preguntas que necesitaba? Es necesario hablar, escribir sobre la muerte.

    Si me lo permitís, comparto un poemita de mi libro, que se titula «Los restos del día».

    Un abrazo y mucha valentía en tu camino.

    YA PASÓ UN DÍA DESDE QUE MURIÓ V.
    miro el techo acostada desde hace una hora
    una fuerza de raíz me mantiene horizontal

    sé que V. sigue en la morgue
    boca arriba
    en una camilla
    esperando no sé qué papeles

    me dicen que me levante
    que siga
    no se dan cuenta
    esta horizontalidad es lo último
    que podemos compartir

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    • Hola Verónica,
      Gracias por tus palabras y también por tener la valentía y el amor para escribir sobre tus muertos. Todos tarde o temprano pasaremos por duelos, por la muerte de nosotros y de nuestros seres más queridos, pero que difícil es para la sociedad hablar de ésta, y también hablar del dolor que nos produce.

      Gracias por compartirme parte de «Los restos del día».

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  4. Perdí al amor de mi vida hace 11 años, y a diferencia tuya no tuve la valentía de vivir el duelo. Me sumergí en la negación, me llené de ira contra todo y contra todos. Especialmente contra él. De alguna manera culparlo por no luchar por su vida y abandonarme me daba derecho a olvidarlo, cosa que en el fondo me hacía sentir indigna, pero era mi única opción. Sentía que debía rendirle honor por el resto de mi vida, pero recordarlo me dolía. Así que me vendí una excusa para justificarme olvidarlo. Nunca volví a mencionar su nombre. Por eso admiro tu valentía. No es nada fácil ponerle la cara al dolor y abrir las heridas escribiendo. Te admiro.

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