Por Stephanie Quijano P.
Nunca nadie me enseñó a comer de una manera saludable y balanceada. Mi relación con la comida siempre fue “chévere”, pues yo comía de todo y no me engordaba. Pero un día de repente ese privilegio desapareció y empezaron a acumularse kilos de más en mi cuerpo.
Yo crecí en una familia «obesa» en la que siempre había comida por cantidades y obviamente cero saludable. Mi papá podría pesar unos 150 kilos y mis hermanos eran “gorditos”, pero yo milagrosamente siempre fui delgada hasta los 20 años.
Como barranquillera que se respete, amo la comida rápida, y ningún fin de semana podía faltar de plato fuerte el “chuzo desgranado” y de entrada una “picadita de bollo”. Incluso hoy en día cada vez que aterrizo en Barranquilla de noche es infaltable que vaya del aeropuerto a la “chucera”, que es el lugar donde venden la mejor comida rápida.
Me encanta comer y tengo un gran apetito; “soy un barril sin fondo”, como decimos en Colombia. Aunque era delgada, sufría demasiado por mi estómago; muchas veces me intoxiqué. Recuerdo una vez que, cuando trabajando en los Montes de María (Colombia), tuve una intoxicación bárbara y mi familia –que vivía a tres horas por carretera– me fue a recoger al pueblo donde vivía, porque en el hospital local no me atendían. Fueron incontables las veces en que me enfermé del estómago e igual seguí comiendo lo que se me antojaba, a la hora que quisiera, y nunca hice dieta. Esto no era una preocupación para mí.

En 2014, me fui de intercambio a Francia, y al frente de la universidad en donde estudiaba había un Subway al que no me podía resistir. Almorzaba el sándwich más grande con papas, galletas y gaseosa agrandada. En la parada de metro cerca de mi casa había una crepería y un McDonald’s; un día comía en McDonald’s (en donde por ser estudiante me regalaban una hamburguesa adicional, así que me comía dos hamburguesas en cada sentada) y otro día era feliz caminando del metro a la casa con una crepe de nutella y fresas. Sin embargo, mi metabolismo cambió, y resulta que todas las «porquerías» que comía se convirtieron en 15 kilos de más. Recuerdo que por esos días estaba comenzando el invierno y detrás de las chaquetas se escondían los kilos ganados; los jeans se me empezaron a romper y en diciembre de 2014 fui a encontrarme con mi familia en Estados Unidos para pasar las vacaciones. Al vernos, ellos no me reconocieron; lo primero que me dijeron fue “estás gorda” y yo dizque «soy una gorda feliz».
En 2015, regresé a Colombia y todo el mundo me decía que estaba gordita, y la verdad es que no es agradable que te estén diciendo gorda todo el tiempo, sobre todo porque la comida es una adicción, te la pasas luchando entre comer y no comer: si no comes te sientes triste, y si comes te sientes culpable.
Francamente, nunca fui una gorda feliz: no me gustaba mi cuerpo, pero yo me decía “el físico no importa, lo esencial es lo de adentro”, y aunque eso es muy cierto, también es cierto que “todo entra por la boca”, la comida es “información” (nutrientes, vitaminas) que le das a tu cuerpo y está en cada uno elegir qué tipo de información le quiere dar a su cuerpo. Evidentemente, la comida rápida es altamente calórica, pero desde un punto de vista nutricional, las vitaminas y nutrientes que te aporta son escasos.

Entre 2015 y 2019, hice cuanta dieta me encontré. Todos los lunes empezaba, y los domingos le hacia la respectiva despedida a mis malos hábitos, y duraba como dos semanas en ese plan saludable y luego recaía con la idea de que «mañana me voy a morir y sin comerme lo que más me gusta». Fueron cinco años en ese plan, entre quejándome que estaba gorda y saboteándome a mí misma. Bajaba algunos kilos y otra vez lo subía. Hasta que realmente fui consciente del daño que me estaba haciendo al comer cuanta cosa se me antojaba y del daño mental que me hacía, porque cada vez que fracasaba en el intento, mi mente lo tomaba como una derrota, así que estaba volviendo una conducta aprendida el fracasar y sabotear mis metas.
Adelgazar no fue un proceso lineal, pero un día decidí dejar de dar tantos rodeos y ser más disciplinada y constante. Empecé a leer mucho sobre medicina funcional, a seguir a médicos expertos sobre el tema y fui donde una doctora que me hizo un examen sobre intolerancias y supe qué era lo que A MÍ ME CAÍA MAL. Al dejar de comer eso que mi cuerpo no toleraba empezó el cambio; no me impuse un tiempo para adelgazar, ni tampoco una dieta estricta. Ahora trato de tener una dieta balanceada: si en la semana como 21 comidas, trato de comer saludable el 90% de las comidas y el otro 10% de «porquerías», que disfruto mucho, pero vuelvo a mis hábitos saludables, porque a mi cuerpo le sienta bien comer bien y tengo que darle información de calidad. Los seres humanos tenemos dos conductos de alimentación: la boca y nuestros oídos, nuestro deber es que la “información” que comemos y escuchamos sea de la mejor calidad para funcionar bien. Con estos hábitos alimenticios, he logrado bajar 13 kilos.
Durante mi dieta hice muy poco ejercicio; no tengo ese hábito, estoy en el proceso de disciplinarme porque el ejercicio tiene muchos beneficios y lo estoy haciendo a mi ritmo y según lo que puedo hacer, no pretendo volverme en una atleta o tener el cuerpo de una modelo. Yo simplemente pretendo ser saludable y gustarme a mí misma.
Hay algo importante que quiero decirles: los procesos de cada uno son diferentes, y también loson las formas para adelgazar. A mí nunca me motivó el hecho que todo el mundo me dijera que estaba gorda; todo lo contrario: cuando me decían eso, más comía. Tampoco me funcionó una dieta estricta. Yo me doy mis gustos gastronómicos, pero, eso sí, al día siguiente vuelvo a retomar mi rutina saludable. ¡PERO ESA SOY YO! Hay personas a quienes sí le funcionará algo estricto. En general, elige lo que a ti te quede bien, busca ayuda profesional, y quédate con la que te sientas más a gusto.
Me despido con un consejo: tómate tu tiempo para adelgazar. Y sobre todo aprende, lee, que tu mente se sincronice con tu objetivo, que entiendas a tu cuerpo, y no repliques lo que otros dicen solo porque sí. Haz oídos sordos a lo que te dicen los demás; si vas a hacer las cosas, hazlas por ti y para ti, que tú seas tú mayor motivación.

Stephy te admiro y te felicito, eres una persona que lo que te propones lo logras, ha sido un reto para ti, me gusta que compartas tu experiencia, para que tengamos ese modelo a seguir.
Siento orgullo por ti. Te quiero mucho
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