Texto y dibujos por Gabriel Santamaría Cortés.
Cuando comencé a pintar hace 25 años, pensaba que el manejo de la luz y la sombra eran el centro y la cúspide de la pintura, porque me causaban la sensación de intensidad y permanencia a medida que pintaba.
En ese entonces conocí el carboncillo, razón por la cual establecí una empatía con el claroscuro y me entretuve difuminando y logrando contrastes para darle vida a los dibujos que hacía.
Con los años mi exploración artística ha tomado caminos diversos, pasando -entre otros- por la pintura figurativa, la clásica, el paisaje, la figura humana y el estudio de los animales.
Un día me sorprendí al ver que -sin habérmelo propuesto- la pintura que estaba haciendo era abstracta. Esta transición tuvo un matiz agudo de evolución, el cual tuve que pagar con el sufrimiento presente a lo largo de mi búsqueda por un estilo propio y una idea original.
Con esta serie de trabajos quiero plasmar, por medio de la aplicación del ejercicio de líneas, mi mundo interior y mi percepción natural de las personas que me rodean.
