Por Marion Piñeros Petersen, conoció a Alejo trabajando en el Instituto Nacional de Cancerología.
“La vida es un soplo! Y hay que estar muy atento a lo que ésta tiene para decirnos”, eso me escribió Alejandro un día en respuesta a una cita que le envié. Así es, ¡el eterno presente! Alejandro hace parte de la gente bella que se cruza por el camino de la vida, en este caso, de la mía. Entró a trabajar en uno de los grupos que pertenecían al área que yo coordinaba en el Instituto Nacional de Cancerología; temprano en 2009. Para entrar a mi oficina yo pasaba necesariamente varias veces al día frente a su escritorio, en un espacio con una ventana que daba hacia la capilla y su pequeño jardín. Me gustaba detenerme a mirar por la ventana, ver desde arriba ese espacio sereno y seguramente comentar que el jardinero había estado, que las hortensias estaban florecidas y que las palomas se estaban reproduciendo aceleradamente.
Muy rápidamente, y en parte favorecido por ese paso diario frente a su escritorio, más allá de las reuniones de trabajo y de los intercambios relacionados con el avance de las actividades, empezamos a intercambiar ideas de la vida cotidiana, de los afectos y sus compliques, de la música y la literatura. Armamos la lista de los factores críticos para una buena relación de pareja, intercambiamos el Stabat Mater de Pergolesi por videos de Cortázar, recodamos La Montaña Mágica de Mann y oímos Coldplay, Bunbury y otros. Muchas y sabrosas conversaciones favorecidas entre otras por las largas horas en el transporte bogotano; quien lo creería que podría añorar los trancones…
Cuando me pidió que le ayudara a “traducir” el diagnóstico, aprendí sobre el Ki67 y sobre la tractografía neuronal y sus imágenes de haces coloridos; fuimos juntos a ver al “gurú de la neurocirugía”, me contó de su experiencia con su cirugía, de solo poder escuchar Bach días después, de su maravillosa conexión intergaláctica con Carolina. Lo escuché, ayudé en lo que pude, entendí y respeté su libre albedrío.
Alejandro, crítico siempre, balanceando y cuestionando opciones, objetivo consigo y con otros, sincero, aprendiendo siempre de sí mismo, positivo, alegre y fuerte, increíblemente fuerte!!
Gracias Alejandro, enormes gracias por la amistad y los diálogos, gracias por las retribuciones, entre ellas el Cuento de la Isla Desconocida!
¡Estará siempre presente con una huella muy linda y propia!
Un comentario en “Un soplo fuerte y alegre”