マジック (Magia)

La felicidad y el placer que me produce viajar, conocer y descubrir cosas, lo adquirí desde muy pequeña. Este sentimiento, esta sensación, me llevó en abril del 2014 a sumergirme en la aventura de viajar a Japón con el pretexto de ir al matrimonio de un amigo del colegio, que se casaba con una japonesa en Tokio.

Fue sólo recibir el correo “Save the date” para que yo comenzara a buscar pasajes y a organizar el viaje. Ni durante la preparación ni durante el mismo viaje me detuve a pensar en lo que hoy en día me preguntan cuando hablo sobre mi viaje, «¿y te fuiste sola? ¿No te asustaba no entender nada? ¿No te daba miedo?»

Creo que era -y es- tan grande el sentimiento de conocer y descubrir que en ese momento -y aún ahora- más que preocupaciones o miedos sólo me trajo más ilusiones, más ganas de que la aventura comenzara pronto.

Fue un viaje maravilloso, lleno de descubrimientos. Definitivamente todo era nuevo y fue por esto que las cosas cotidianas de aquellas ciudades lejanas, se convirtieron en tesoros, en descubrimientos mágicos, que hoy quiero compartir.

Comenzaré por compartirles el mapa del metro que encontré en el aeropuerto al llegar.

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¡Absolutamente fascinante!

Era ver una ciudad desconocida en un mapa absolutamente extraño e incomprensible, pero que me generó todo tipo de curiosidades y preguntas que esperaba ir resolviendo a lo largo de los días.

Mi siguiente paso era encontrar el bus que me llevaría hasta la famosa zona de Akasaka, donde me hospedaría.

Fue una ardua tarea pero finalmente logré conseguir mi tiquete. Me monté en el bus luego de una conversación bastante complicada con una señorita que hablaba japonés en inglés y ¡claro! yo para ella hablaba español en inglés. Iba en la parte de adelante,  montada en el lado izquierdo como si fuera la conductora, pero sin conducir y el bus iba en contravía para mí, era como ir todo el tiempo en situaciones al revés. En medio de esta fascinante confusión fue maravilloso empezar a ver el camino con las señales y letreros incomprensibles a primera vista.

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Amanecí muy temprano en Akasaka y comenzaron días de explorar, caminar, conocer y aprender en cada instante, como por ejemplo con los maravillosos y múltiples cerezos en flor que me recibieron absolutamente radiantes, llenos de vida y de magia.

Así como los cerezos fueron apareciendo y cautivándome, lo mismo sucedió con la comida. Fui conociéndola y probándola. ¡Extraña, diferente, deliciosa y muy muy bonita siempre!

Como por ejemplo la del matrimonio: ¡Espectacular!

Luego la encontré en un restaurante solo para locales probando caballo crudo gracias a mi amiga Chisato y su esposo.

Y en Sendai probando el mejor Sushi del mundo con Midori.

También al caminar por almacenes, supermercados, restaurantes y mercados las sorpresas iban apareciendo por todas partes.

De hecho, creo que mi amor por el Ramen nació en un restaurante oficinistico en Tokyo al que me llevó mi amigo que en unos días se casaría.

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Y bueno las sorpresas y situaciones mágicas siguieron presentándose día a día.

Una mañana saliendo a caminar con un mapa en la mano, como me fascina y suelo hacer en las ciudades que no conozco, me encontré con algo que me cautivó aunque no aparecía en el mapa. Era algo tan cotidiano y común para un lugareño como especial para mí. Era un jardín infantil y además de lo maravilloso de su letrero de la entrada, estaba una pequeña en su primer día de clases con su mamá y abuela quienes orgullosamente le tomaban fotos; y así mismo al otro lado otra pequeña a quien su mamá llevaba en bicicleta.

Los niños siguieron poniendo de su parte para que la magia continuara apareciendo en este sorprendente país donde, para mi alegría, los arquitectos y diseñadores han logrado convertir los juegos que todos conocemos en espectaculares esculturas para que niñas y niños jueguen en ellas.

Caminar por la calle mirando al piso, era otro descubrimiento fantástico.  A cada paso iba encontrando cosas asombrosas como tapas de alcantarillas coloreadas o simplemente señales con alguna indicación que parecían pinturas o cuadros colgados en un lugar inesperado.

No estaría completo mi relato si no les compartiera la estupenda aventura que fue pintar/construir mi propia Kokeshi. Para convertir esta aventura en realidad, Midori me llevó al lugar donde por tradición familiar son pintadas generación tras generación estas muñecas típicas japonesas. ¡Hacer nuestras propias Kokeshis fue increíble! Cuando finalmente logré tener mi propia muñeca, para mí la más japonesa del mundo, fue calificada por mi maestro y compañera de aventura como ¡¡la Kokeshi más latina de la historia!! Cuando las pusimos una al lado de la otra y detallé sus ojos y las flores de su vestido todo quedó claro.

A lo largo de los días continuó la aventura y los descubrimientos siguieron llegando momento tras momento. Esta vez fue la imponente arquitectura la que logró llevarme a un museo sin necesidad de entrar a alguno. Estilos tradicionales, modernos; materiales innovadores y formas inesperadas a lo largo de las avenidas iban haciendo los corredores de mi gran museo.  Por su parte la naturaleza dialogaba con las construcciones e iba completando las gigantescas esculturas que adornaban mi camino.

Algunos días salía a caminar sin un destino claro y con gran frecuencia aparecían los parques o zonas verdes  que en su interior albergaban templos, esculturas o lugares para la meditación. Al encontrar un templo siempre había  un «tanque» con agua a la entrada que tenía una «cuchara» de bambú para que uno se lavara las manos antes de acercarse. ¡El lado espiritual de la ciudad también logró cautivarme!

En mi recorrido por Japón luego de Tokio fui a visitar Sendai.  ¡Y que impresionante fue llegar a Sendai! ¡Que cantidad de sentimientos encontrados! Era un reencuentro con una amiga del corazón, era descubrir su ciudad, pero también era conocer de cerca la zona que fue afectada por el Tsunami del 2011, era aprender de solidaridad, de prevención, de trabajo en equipo y de reconocimiento de todas las personas. Era ver cómo los niños habían  ayudado a pintar las casas de emergencia que fueron construidas tras el desastre. Era ver hasta dónde había llegado el agua tras el Tsunami al interior del aeropuerto y cómo este ya estaba absolutamente reconstruido. Era ver las señales de alerta y las grúas trabajando incansablemente. En fin, era revivir el sentimiento que a lo lejos Midori había tenido, y me había compartido, cuando ocurrió la tragedia en su ciudad. Fueron unos días de tantas emociones y sentimientos que nuestra amistad creció por montones y la camaradería nos llevó a seguir aventurando juntas.

 

Así fue como luego de todos estos descubrimientos, llegó el día de la magia. ¡Literalmente viví la magia, me metí en ella, conviví con ella! Esto sucedió en un hotel cerca a unas termales, donde nuestro cuarto nos recibió como la sala de un cuento de hadas para luego convertirse -como por arte de magia- en nuestro dormitorio; mientras esta espectacular cena, preparada especialmente para la visitante colombiana y su amiga japonesa, nos esperaba en un comedor privado del hotel.

 

Terminada mi visita a Midori continué descubriendo maravillas japonesas por mi propia cuenta. Creo que vale la pena hacer una mención especial a los trajes típicos que ayudan a que la belleza exista por doquier en este país, dándole su toque a cualquier momento y lugar.

Por otro lado, sentirse dentro de un comic, en un país lleno de dibujos, colores, amigos fantásticos ¡es de locos! El propio metro, los carteles informativos, las botellas de agua, los lockers y hasta las explicaciones e instrucciones de seguridad hacen parte de esta nueva forma de ver la realidad.

Y no me podía faltar compartirles la historia del carrito del pan. Es una idea fantástica. Es un mini carro lleno de pan, que al ir por los vecindarios va tocando una música especial y a su paso van saliendo todos los habitantes con fascinación a comprar magníficos panes.

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Bueno, les he compartido grandes tesoros que vi, que viví, que soñé y que quisiera nunca olvidar. Cierro este pequeño viaje por el mágico país de Japón con un sentimiento de agradecimiento infinito hacia él y mis amigos en él; con ganas de volver varias veces y con la ilusión que este escrito haya animado a algunos de ustedes a sumergirse pronto en una aventura en este increíble país.

 

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