El lema que se lee en nuestro escudo patrio es Libertad y Orden, términos que vistos en sus acepciones más extremas pueden considerarse contradictorios, pero que tomados en su justa medida llegan a un justo equilibrio. Lo mismo puede decirse de las palabras Alas y Raíces: una apela a la movilidad y la otra a la estabilidad, al aire y a la tierra, pero finalmente las dos, en sus definiciones extremas o en un perfecto equilibrio, conducen a lo mismo: crecimiento, formación, fortaleza, vida. Y eso son Carolina y Alejandro, solos y acompañados.

Todos los que estamos acá sabemos que Alejandro cubre su espalda con un frondoso árbol, y Carolina, también lo sabemos todos, nunca se cansará de volar (en su luna de miel completará, si no me fallan las cuentas, 50 países visitados). Todavía es fácil identificar a Alejandro con las raíces y a Carolina con las alas, pero cada día será más difícil hacerlo, las diferencias serán menos, los limites serán difusos; con el paso que han dado hoy, Carolina de cierta manera ha empezado a echar raíces y Alejandro ya cuenta con unas alas incipientes en medio del follaje de su árbol.

Carolina es esa ave que encontró en Alejandro un buen espacio para anidar, para alimentarse, para hacerse más fuerte a través de sus raíces, y Alejandro ya tiene quien le cante todas las mañanas (por favor no confundir con cantaleta), ya tiene con quien compartir sus frutos y echarse una vuelta por el mundo a través de las alas que hoy adquiere.

Vendrán inviernos inclementes, otoños áridos y primaveras floridas, y con cada una de estas estaciones de la vida también surgirán distintas y creativas formas para asumir los retos. Los árboles y las aves son especies distintas, Alejandro y Carolina también, y por eso mismo se complementan, se sirven, se ayudan, se viven.

Que las alas y raíces continúen señalando su destino, y de paso continúen siendo ejemplo de vida para los que afortunadamente nos hemos cruzado en su camino.

*Texto por Diego León