Por Norman Tirano / Instagram: @normantirano
Sin crisis no hay desafíos, y sin desafíos la vida es una rutina…
Posiblemente dicha rutina fue la que me impulsó a querer experimentar un poco desde el confinamiento que viví en mi hogar. Levantarme, bañarme, tomar un café, sentarme frente al computador, almorzar, descansar unos minutos y volver a sentarme para seguir fue la rutina que se repitió todos los días.
Al final de un “día normal”, sentado en la sala de mi casa, nada era más relajante que tomar una cerveza y comer unas papitas fritas mientras veía algo en el celular. Pero un día, en un abrir y cerrar de ojos, al mirar la barra de la cocina, vi una escena de inspiración: las latas de las cervezas vacías tenían la misma paleta de color de la pared de la cocina, como si fuera parte de la decoración, como si fuera algo intencional, un instante de sinergia visual. ¿Qué podría haber más allá de simplemente observar unas latas de cerveza?, me pregunté.
Creo que fue el impulso de hacer algo que nunca antes había hecho lo que me llevó a buscar entre la basura para ver qué otra idea se me ocurría. A medida que iba sacando la basura veía cómo de una manera casi orgánica cada botella, cada empaque de plástico, iba tomando una forma ordenada en los espacios de la casa y daba continuidad a una especie de feng shui en el que la armonía y la basura empezaban a generar un equilibrio entre mi hogar y yo.
Sin considerarme un experto en la recolección –y mucho menos hablar con autoridad y propiedad del tema–, en ese momento empecé a entender un poco el trabajo de los recolectores de basura, los malos olores de las cosas que llevan días descomponiéndose, el hecho de estar agachado y tener un poco de asco y de cuidado para no chuzarme o cortarme con algo.
Buscamos de alguna manera que haya un equilibrio permanente entre el espacio que habitamos y las cosas que lo componen: los muebles, el televisor, la alfombra, los cuadros, las lámparas, en fin, hasta el más mínimo detalle. Compramos cosas para llenar vacíos porque nos agrada, nos llena, nos gusta y queremos sentirnos siempre en plena armonía. Lo cual me lleva a preguntarme por qué nuestro planeta no puede ser el reflejo de nuestro propio hogar. ¿Acaso la Tierra no es nuestro hogar extendido?
Nuestra conducta ecológica debería hacernos responsables de los actos que hacemos desde nuestra propia casa y desde nuestro propio comportamiento interior.





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Un comentario en “Armonía y reciclaje”