Ilustración de Isabela Acosta
Texto de María Alejandra Acosta J
Cuando empecé a trabajar en el restaurante todas las noches dejó de llegarme el periodo. Fui a la farmacia a comprar una prueba de embarazo por si era que, además de perdida y arruinada, la vida me estaba mandando un bebé. En el fondo sabía que no estaba embarazada, pero la encargada de la tienda me extendió la prueba y sonrió como deseándome lo mejor. Por su expresión, imagino que “lo mejor” era que la prueba saliera positiva, pues en vez de mirarme con preocupación, me miró con esperanza. Un nuevo ser en el mundo, qué felicidad, pensó.
Era la tercera vez que me hacía una prueba de embarazo. Pocas considerando la cantidad de encuentros sexuales que había tenido en mi vida sin haber estado planificando. Esa prueba, como sospeché, salió negativa. El universo, al fin y al cabo, no iba a ser tan malo como para sumarle a mi desdicha un embarazo. Bastante me estaba costando parirme en un país lejos de mi casa como para tener que parir un crío. Quizá el periodo dejaría de llegarme durante exactos nueve meses hasta que la vida me diera el golpe de suerte que necesitaba, o hasta que simplemente la dejara fluir de nuevo sin pujarla a ningún lugar. Leí que las deportistas pierden sus periodos cuando se exceden con la actividad física. Eso, tal vez, tenía sentido. Llevaba más de un mes trabajando en ese lugar que sentaba decenas de clientes cada noche y donde solo trabajábamos cuatro mujeres en la sala, corriendo de un extremo al otro llevando platos vacíos y llenos de una mesa a la cocina y viceversa. Fui jefe de sala durante nueve meses. Y cada noche volvía molida a mi casa, con los pies hinchados, un dolor de espalda intenso, y alguna rabia con uno de los cocineros que le hacía bromas y comentarios pesados a mis compañeras y al que un día quise decirle que ojalá su hija nunca se encontrara con un personaje como él en la vida, pero eso habría sido insuficiente viniendo de mi boca que solo balbuceaba el portugués y que como mecanismo de defensa hablaba más rápido que nunca pronunciando las eses como los verdaderos portugueses. A veces me pregunto cómo me contuve para no dejarme dominar por la violencia, no sólo con él sino con otros hombres que se sentaron en esas mesas que nosotras atendíamos*.
Portugal, ahí nací de nuevo. En la ciudad de Lisboa, en el barrio de Marvila. Fueron dos mujeres las que me trajeron a la vida, Bárbara y Delfina. A ellas jamás voy a ser capaz de agradecerles lo suficiente por haberme devuelto algo que me quitó el desprendimiento de Colombia: la posibilidad de hacer amigas, de hablar con mujeres, de sentarme en su círculo y sentirme no solo segura sino protegida. Bárbara había venido de Brasil, y Delfina de Argentina. Se conocieron en Portugal, donde nacieron también, porque toda la que migra no deja de nacer. Algunas se paren como elefantas, otras como gatas, otras como pájaras.
Cada una se toma los tiempos que le vengan en gana, y cada una renace siempre que puede. A veces pienso en las chicharras. En ese sonido de grito que hacen al unísono con otras en la hora más caliente del verano. En los años que viven bajo tierra, y en el mes de luz que las vuelve adultas, en los exoesqueletos que quedan agarrados de los árboles (que en portugués es femenino, y son as árvores), en que el desprendimiento de esa piel para ser otra muy parecida es un alivio, es como quitarse la capita que incomoda, la que aprieta, la que no te deja soltar las alas. Pienso en las chicharras y en el sonido del grito. Pero lo que me parece más hermoso es que mis amigas se llamen Bárbara y Delfina. Qué linda metáfora.
*En el lenguaje meserístico, se atienden mesas, no personas.

Todas las que fui, las que soy, las que seré. Las que quise, las que odié. Las que nunca aparecieron, las que siempre están. Todas me pertenecen, todas viven en mí«
Peces fuera del agua es un laboratorio creativo que explora y difunde narrativas digitales en el que puedes publicar tus trabajos. Envíanos tus propuestas al correo electrónico pecesfueradelagua@gmail.com. Si te gusta lo que hacemos, comparte nuestras entradas con tus amigos y síguenos en Facebook, Instagram y Twitter.