Por Mabel Giraldo
“El tiempo es una obstinada y persistente ilusión”, Albert Einstein
Dicen por ahí que los Babilonios fueron a los que se les dio por dividir en fracciones las horas, los minutos y los segundos. Que fueron ellos los que empezaron a determinar y a contar el tiempo. Sobre eso hay más historias, y así como lo hacían los indígenas, ya muchos miraban al Sol y a la Luna para guiar sus calendarios. Las temporadas de lluvias, sequías y en general las estaciones que se daban en el hemisferio Sur y Norte, también sirvieron para determinar algunas fechas.
Dicen también que desde mucho antes de una era industrial, ya en China se hablaba de un calendario, y los romanos tenían claro cómo nombrar sus meses, o al menos Julio y Augusto César sabrían que en el calendario estarían sus nombres.
Para nombrar los días de la semana, se inspiraron en los astros: el “Sunday” en inglés Domingo, o “día del Sol”, si lo traducimos literalmente al español. El Lunes de la Luna, Martes en honor a Marte, Miércoles de Mercurio, Jueves de Júpiter, Viernes de Venus y Sábado de Saturno.
Dicen también que para contar las horas y los minutos fue más fácil dividirlo en fracciones decimales, por eso es que se contabilizan en 24 y 60, respectivamente… En fin, toda esa historia es bueno saberla, más cuando se habita en un lugar automatizado, en donde el despertador suena a las 6:00 am, y se inician las labores ‘cotidianas’: un baño, un desayuno, ojear la prensa o revisar el teléfono a ver qué pasa en el mundo y salir a tomar el transporte para marcar tarjeta a las 8:00 am en punto.
¡¿Y de dónde carajos salió esa vaina de madrugar, bañarse, desayunar, tomar transporte y llegar a trabajar a una hora exacta?! Pues bien, todo empezó cuando entramos en la era industrial, aquella en donde las máquinas compiten con los humanos y les marcan sus pasos y coordenadas.
¡Ahh caraja vidaaaaa! ¡¿Cuándo fue que esclavos del tiempo vinimos a estar?!
No hace mucho –dos años para llevar algún ‘conteo’–, me fui a vivir a un país hermoso en la costa oeste de África; como era de esperar para cualquier humana, citadina, americana (de América del Sur) como yo, sabía que debía tener un ‘horario’, que me debían marcar las horas y que más que eso debía cumplir con unos logros propuestos para la empresa con la cual trabajaba. Siendo así, inicié mi trabajo llevando una agenda como estaba acostumbrada y marcando los objetivos que debía cumplir. Para esto “agendaba” reuniones con mi equipo de trabajo y ponía un ‘horario’ para cada cosa… cual sería mi sorpresa al escuchar allá por parte de varias personas la palabra “Inch Alá” (si Dios quiere)… Por muchos días me estresó la idea de pensar que no todas las fechas y los horarios se llevaban tal cual a como yo había aprendido en “occidente”. Leí, reflexioné y entendí, que ‘El tiempo es relativo’, tal como lo decía mi amor platónico Albert Einstein, y lo es no sólo hablando del espacio; no, en la tierra y en la Vida de cada ser humano también lo es.
No sé en qué momento nos dejamos meter en la cabeza que se debe desayunar, almorzar y cenar a ciertas horas, sin ni siquiera haber gastado el mínimo de energía requerida para estar llenándonos la panza. No sé tampoco de dónde salieron los tiempos para estudiar, casarse, trabajar y demás cuestiones sociales.
¡A mí que no me vengan con cuentos! Si el tiempo se ha inventado para esclavizar y marcar los lapsos de Vida del ser, ¡renunció a todo lo que significa un calendario!
¿Quién dijo que para reír hay que tener cierta edad? ¿O que para mover las caderas y bailar libremente se debe tener otra? ¿O que una anciana no puede usar minifalda? ¿O que en la noche no se puede hacer lo que se acostumbra en la mañana? Si algo está cambiando del paso de la era industrial a la era de la tecnología y las comunicaciones, es que la ausencia de Luz solar ya no impide hacer lo que antes no se podía. Y esto va mucho, muchísimo más allá, quienes hablan de otros tipos de energía saben bien que la edad no la marcan ni los años ni los días. Ni el quehacer humano es la distinción del espíritu.
A mí entonces que no me vengan con cuentos, bien pueden guardar sus lujosos relojes de muñeca, quitar los cuenta segundos de las paredes, borrar los calendarios y dejar de creer que después de que la tierra tiene miles de millones de años apenas contamos a partir de un 2019… ¿En serio?
¡Cojan seriedad e invéntense una de vaqueros!
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