Por Claudio Alejandro Jimenez, doctor que atendió a Alejo en sus últimos meses.
La historia del héroe es la historia de las mil caras, los días del mundo han visto sumergirse bajo el poderoso abrazo del sol cientos de hombres que han vestido la máscara del héroe y el camino de estos hombres inicia con lo que siempre parece un evento fortuito, una mera casualidad, el azar tejedor del destino de todos, sin embargo, aquellos venidos a ser más que ordinarios mortales, aquellos entre nosotros que guardan en su interior la magia surgida de lugares fantásticos, objetos iluminados, tal vez antiguas y poderosas estrellas, esos seres se sobreponen a lo casual, en ellos los eventos triviales y fortuitos jamás son situaciones azarosas.
No se puede vivir una vida extraordinaria si no se toman riesgos extraordinarios, todo lo que se vive fuera de ese sendero es quietud y levedad, desaparece el asombro y jamás se toca el vientre de la locura ni se percibe el aroma del infinito desconocido, no hay héroes inmóviles, no hay historias en el vacío.
Alejandro de cerba vivió la más imposible historia, nada en él fue quietud, y aún al viajar por las rutas etéreas de su tierra Cerbaleón abrió entre quienes le conocimos las puertas de la percepción, nos mostró el abismo que todos habitamos y lo inundó de luz, para lograrlo dejó crecer extrañas plantas en su corteza,
cuántas formas inesperadas toma lo que podría ser oscuro…
cuántas dimensiones posee la bondad que es capaz de sacar vida y destellos de luz de los más desolados mundos…
Cuando para él todo era soledad y angustia, de esa que nos devora como un animal faminto, la fuerza de su heroísmo le llevó hasta otro universo, decidió que saldría de sus límites para adentrarse en algo como la vida, tal vez en él mismo, abandonó la quietud para encontrar el amor. ¿Quién podría decir que allí había caos? ¿Quién podría decir que allí había la probabilidad de los millones de mundos? Cuando lo cierto es que encontrarse con el amor en un universo infinito y poblado de soles y rocas solo puede ser el resultado de alguna fuerza invisible que desconocemos, que solo sentimos, que nos toca y arrastra como la corriente fresca de un río benévolo.
Alejandro y Carolina se descubrieron, ese extraño campo en el que flota el universo y que cada uno de nosotros posee los aproximó sin ellos si quiera percibirlo, lo que podrían haber pensado que era acaso era realmente la mano invisible del amor, la corriente invisible de algo superior al destino.
Se unieron para vivir la vida y enfrentar la muerte, ella fue la maga que le protegería, todo héroe necesita una, no hay heroísmo solitario, en la soledad nada habita más que la muerte y el olvido, entonces ella, Carolina, que venía desde su propia lejanía, que caminaba arrancando raíces y escribiendo conjuros, desde lejos, desde su insospechado mundo, hizo la órbita necesaria, debió nacer un enjambre de estrellas cuando se encontraron, debieron florecer parajes jamás vistos por algún ojo, debieron cantar aves y emerger fantásticos seres en distantes planetas justo en ese instante..
Alejandro aún tenía delante a Caribdis, su lira aún debía ser tallada, sus cantos afinados, Lerna con su hidra y el profundo hades aún le aguardaban…
Carolina su Perséfone, ella y su hilo de plata para vencer a Minos, para domar los toros del abismo, él, el héroe que se adentra en las oscuras grutas donde habitan monstruos y bestias feroces para salvarse, para hacer sublime el amor de su maga, para librarnos del temor al abismo.
Alejandro de Cerbaleón, para mi vivió tres meses, lo conocí en la inmortalidad de sus días, me mostró que no hay lugares oscuros sino espacios sin luz, y él mismo brilló como un millón de soles para alejar todo temor, para dejarme ver que la muerte es nada más que una ilusión aterradora, una vez expuesta a los torrentes incandescentes de la magia que habita el universo, los universos, se nos revela su última naturaleza, la eternidad…
No se puede lograr lo eterno si no se vive heroicamente, supongo que un día nos encontraremos, puedo verlo porque he sido dotado de una extraña virtud, de un extraño poder, recuerdos del futuro… los veo a los dos, Carolina y Alejandro, están bajo las nubes de un cielo azul, contemplan el horizonte mientras se toman de la mano, sus manos que al juntarse abrazan mundos, una verde y florida pradera en una pequeña colina junto al mar, hay cometas en el cielo, un niño corre sonriente por la playa y juega con la espuma.. están en Cerbaleón, allí un día iré a visitarlos, habrá café y risas…
Retrato de Alejo por Lilina Franco.
Una respuesta a “La historia del héroe”
[…] La historia del héroe – Claudio Alejandro Jiménez, Neurólogo. […]
Me gustaMe gusta