Texto por Adriana Lucía Guerra
Ilustración por Francisco Jaraba
Tengo dos cosas por hacer.
La primera es hallar una palabra capaz de atravesar el cuerpo, el alma,
capaz de detenerlos, de fecundarlos;
una palabra que los haga girar hacia mí como una especie de revelación,
que transite el espacio que nos separa,
que nos encuentre en la distancia entre tus ojos y mi piel.
La segunda, es retomar el movimiento tranquilo de quien se desprende de la seguridad paralizadora de su tercera pierna;
en palabras de CL, soltar un trípode inepto para volver a la torpeza de mis dos pies y caminar sola al fin.
Y para ello solo cuento con 1.903 horas.
Nada, si las comparo con los minutos que gasto pensando en esa palabra,
en si existe, si la siento, si es inútil decirla.
O con la angustia de pensar si debe ser un adjetivo que describa mi vértigo,
o un verbo que te conmine a venir;
con el miedo que siento de que una vez afuera no logre atravesar nada,
que no se escuche, que no se entienda.
La estoy buscando, lo juro,
y si estás en alguna parte, ¡llega!
Dejé la ventana abierta.
Entra por favor, aunque sea tarde, aunque me encuentres sola.
Llegó. No cruzó la ventana,
la encontré abajo atada a mi pierna, en la tercera, enredada y llena de nudos.
La buscaba afuera, ajena;
la buscaba iluminadora, cálida, llena de certezas
y la encontré dentro, apática, confusa, unida a mí,
aferrada a aquello que me estorbaba, que me hacía peso.
Traté de soltarla, separarla de lo inútil desenredando cada nudo sin resultado.
Quité mi pierna, desarmé mi trípode y destruí mi soporte.
Me sentí liviana, con la sensación de lo irremediable,
había quedado solo con mis dos piernas.
Ya la palabra no importaba,
la ansiedad de desatarla y las ganas de decirla desaparecieron.
No intenté moverme,
sabía que el primer movimiento físico del miedo, levantarme, me devolvería a la angustia del desequilibrio;
tropezar y caer me regresaría a necesitar esa tercera parte que ya no estaba.
Disfruté el vacío,
sonreí ante la ausencia de lo que había sido mío,
volví a la tranquilidad de tener lo que no creía, solo dos piernas.
No diré la palabra,
solo diré que no logré desatarla,
que mientras la buscaba encontré otra cosa
y que la corté junto con mi miembro amputado.