Luces que solo dejan ver siluetas.
Luces para que todos los gatos sean pardos.
-¿Cuántos esta noche?
-Eso no se pregunta. Mejor dicho, yo no lo respondo.
-Te han interrogado lo mismo siempre, ¿verdad?
Sonrió.
-¡Son tan predecibles! Desde cuándo, qué siento, cuánto gano, el amor, el deseo…
Paso saliva.
-¿Y el amor? ¿Te han amado?
El fulgor de sus ojos se desvió velozmente hacia la izquierda.
-¡El amor no existe!
-¿Y lo que sientes por ellos, por tus hijos? ¿Acaso no son tu motivo? Me dijiste que no te gusta, pero te da. ¿Disfrutarlo? Casi imposible; sería saborear una bala ardiente que te penetra.
-Eso es diferente. ¡Haría lo que fuera por ellos! En ellos pensé cuando lo decidí. A ellos sentí cuando vi al primero. Hoy no recuerdo su rostro.
Escucho la música electrónica. Estridente; ensordecedora.
-¿Cómo fue?
-No fue fácil; una amiga me trajo; yo no me atrevía. Ese es mi trabajo y ¿sabes? Malo no es; a mí no me juzguen. Malo: robar. ¿Valiente? ¡Esto!
-Es tu trabajo. Dicen que el nombre Jazz viene del perfume de Jazmín usado en lupanares de Nueva Orleans. ¿Cuántas canciones se han compuesto en tu nombre? ¿Cuántas novelas y obras de arte? Eres eterna a la humanidad. Eres la letra de poemas tristes, de música melancólica, de trozos de la Biblia.
Luces que ciegan; para que todos los gatos sean pardos.
-Bueno, ¿Y el deseo?
-Ese no se compra. Jamás sentirás eso por dinero.
-Así no me quieras, gozo rozándote con los dedos. Me gusta que tu historia esté escrita en la piel; me gusta el tatuaje a Margarita, la que te cuidó.
Ojos que se cruzan y desvían; ojos que se pierden.
-Sé que no es tu nombre; ese, es de guerra.
- Me llamo Paola. Y amor, mi pasado no sólo está tallado en la piel. ¿Vamos?