Por Gabriel Rojas.
La calle es nuestra casa. Compartimos en ella los muros de las iglesias, las puertas de los almacenes, el cielo estrellado, los andenes como corredores. Cada vez que la caminamos compartimos lo que somos y dejamos parte de nosotros en los demás y en la ciudad.
Impregnamos de imágenes a cientos pero al mismo tiempo ninguno tiene un recuerdo permanente de cada individuo. El suelo vibra y sentimos los pasos pero no vemos a estos seres, son energías o fantasmas que caminan, solo sabemos de su existencia por el desgaste en el camino. En la ciudad somos presencia y ausencia en millones de instantes.
Bogotá como ciudad capital es la casa permanente y de paso de todo un país, como la casa de los padres donde nos refugiamos en momentos de soledad, de recogimiento o de alegría. La recorremos de un lado a otro y nos damos cuenta que una de sus virtudes más grandes es su permeabilidad para permitir entrar y salir, contar allí cientos de historias a la vez. Este espacio atravesado modifica los significados de los hombres y mujeres y, por supuesto, del lugar. Es lienzo y pincel al mismo tiempo.
Hacer visible lo invisible es el propósito de este proyecto. Retratar mediante la fotografía un grupo importante y a veces inconsciente de la ciudad, junto con un espacio que domina nuestros recorridos y nos cambia con el andar. La fotografía se sirve del tiempo y la luz para admirar la estela que deja el hombre en el lugar que habita, su tiempo visible de instantes para ser vividos y explorados.
Publicado originalmente en www.gabrielrojas.co