El año de la serpiente

Encontré en el jardín botánico un árbol que se llama «de serpiente». Árbol de serpiente, déjame tocarte. Como si de ti viniera el origen del mundo nacido de una laguna profunda, cráter de volcán, lava volcánica. Son tus ramas colas de serpiente, y tus hojas, sus cabezas. Caes sobre el mundo, naciendo en todo y todo nace de ti. Árbol de serpiente, ¿cómo te verás en la luna llena? Ahora mismo te veo bajo el rayo del sol del mediodía, y te calienta el cuerpo de sangre fría el calor de un invierno que no es invierno, aunque en la noche el viento intente arrancarte del suelo y hacerte remolino. Remolino de serpiente enrollada. Pero tú lo detienes, al viento, y lo haces ráfagas múltiples que te mecen las hojas con suavidad. 

Árbol de serpiente, a ti no te tengo miedo, aunque me pregunto si la cobra anida cerca de tu laguna. Si es así, no me dejes sola con ella, porque a lo mejor me encuentras como la mujer de Lot. Que la cobra anide donde quiera, pero tú, déjame tocarte el tronco. Déjame verte de cerca la corteza. En otro árbol vi que las parejas habían escrito sus nombres sobre su corteza, y ahora quedaban las marcas indelebles de los amores viajeros. Que tu corteza no se haga lienzo de enamorados. Que no se atreva el joven del cuchillo a rasguñarte la piel gruesa, y hacerte suyo y de ella, la mujer que lo acompaña. 

Árbol de serpiente, ¿puedo ponerte esta mano aquí, en tu corazón de savia, durante unos minutos? Quiero saber si tocándote pierdo la ofidiofobia. De tanto decirte que eres de serpiente me parece que tienes escamas donde he puesto la mano, y si la deslizo hacia abajo, es lisa tu piel, y hacia arriba la fricción de tus escamas con mi palma se hace sonido de terciopelo. Árbolen portugués te llamarías árvore de serpente, que serpentea. Hay una canción que dice «serpentea el tren por la montaña» y nunca pensé en el tren como serpiente, ni como árbol. Ahora quizá pueda decir «serpentea el árbol por la montaña«, porque sí que puedo pensar en ti serpenteando. 

Quise escribirte para que la palabra serpiente seas tú siempre, como tus hojas verdes que permanecen. Como tú que naciste en el año de la serpiente, que eres serpiente de fuego. De lava. Del misterio extraordinario de hacerte calor en mi cuerpo aun estando un poco lejos. De la forma en como te enroscas en mis rodillas y en mi vientre, y luego me haces también un especie de nido, de cuna, de arrullo. Déjame ponerte la mano aquí, un poquito, y sanarme del miedo de haberme parado en una inocente serpiente cazadora cuando tenía seis años. Nunca sentí tanto miedo. Y esa serpiente creo que tampoco. Ojalá no le haya hecho daño mi cuerpo de lagarto parado en su cuerpo pequeñito negro y amarillo. Tendría que ir a combatir el miedo al amazonas, pero prefiero que tú, serpiente de fuego, árbol de serpiente, me cures el miedo que tuve.

 

Ilustración de Isabela Acosta

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