Texto y fotos de Camilo Zambrano. Sociólogo, antropólogo visual y fotógrafo a ratos

En el mes de noviembre, cuando la constelación de Orión se hace más visible en el firmamento, se ilumina el sendero para que salgan de la oscuridad doce seres que han permanecido ocultos durante todo el año entre la vasta llanura. Estos seres emergen para llevar a cabo su ritual centenario, celebrado cada vuelta al sol al galope de sus fieles cuadrúpedos, disputándose entre cuatro esquinas el honor que les corresponde. En su cabalgata se enfrentan a moros, galanes e indígenas guahibos, quienes han habitado estas tierras desde tiempos inmemoriales.

Esta tradición se remonta a aquellas épocas en donde los dioses todavía se desafiaban por la Tierra, mucho antes de que uno solo dominara el pensamiento colectivo, y al cual, con sincrética cautela, se le hizo creer que era el único dios verdadero. Nadie sabe con certeza cuándo aparecieron estos seres sobrenaturales llamados Cachaceros y, aunque los pergaminos de los historiadores más ilustrados datan esta disputa desde hace 289 años —la más antigua del continente—, los lugareños aseguran que este ritual ha tomado lugar desde mucho antes de que surgiera la palabra escrita.

La leyenda cuenta que cada año los Cachaceros cambian de forma, obedeciendo la voluntad de las mujeres: esposas, madres, tías y abuelas. Con la mirada baja, ellas buscan comulgar en la inmensidad de la llanura con otras especies inanimadas para pedirles permiso de tomar sus pieles, plumas y restos óseos que el tiempo ha conservado, y así poder cumplir sus deseos oníricos de tejer la forma que deben adoptar estos guerreros para librar su combate.

Pero estos doce Cachaceros no son los únicos. Ellos heredaron esta investidura de sus más lejanos antepasados y, a su vez, la cederán a sus hijos y nietos. Aunque estos herederos no participan aún en las cuadrillas, son preparados desde pequeños para portar, llegado el momento, la dignidad que les corresponde. A los niños los disponen en un pedestal y son rodeados por las mujeres de la familia, quienes los visten con el ropaje que los prepara para la batalla hacia la adultez para asumir la responsabilidad histórica de tomar el lugar de los futuros jinetes de esa contienda. Con mirada profunda y rostro inexpresivo, los pequeños Cachaceros esperan pacientemente ser ungidos con la fortuna de cabalgar por esta tradición.

Si desean explorar las llanuras para conocer a estos seres extraordinarios, la última vigilia de la noche es el mejor momento para iniciar el camino hacia las tierras recónditas del Santo Martín. Pero no se confíen, no todas las personas logran llegar. A algunos los detienen los caños desbordados o el lodo del camino, cuando la naturaleza reclama su espacio y transforma la sabana en un desafío. Otros encuentran obstáculos en seres que bloquean el camino protestando por justicia social.

Así que, cuando pasen por San Martín de los Llanos, recuerden volver la mirada y fijarse dos veces. Es mejor escarbar entre los arbustos, porque tal vez haya un Cachacero al acecho, esperando el momento de salir al galope en búsqueda de su honor.

Camilo fue uno de los participantes de "La Danza de los Cuadrilleros", nuestro taller de fotografía en San Martín de los Llanos que se llevó a cabo del 8 al 11 de noviembre de 2024. En los próximos días, les compartiremos más muestras de las búsquedas creativas los participantes y los talleristas. Conoce más del taller aquí. 

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