LÁGRIMAS

Últimamente he visto películas o series televisivas en las que alguno de sus protagonistas, ante una situación demasiado impactante -un engaño sentimental, una escena demasiado sangrienta-, termina por deshacer sus entresijos en una bocanada de vómito. Un vómito que no se relacionaba con algún tipo de malestar estomacal, un vómito emocional, por llamarlo de alguna manera. En la vida real nunca he visto a alguien reaccionar fisiológicamente de esa manera y yo tampoco lo he hecho.

Algo que tampoco me pasa hace mucho tiempo es reaccionar emocionalmente con lágrimas. No volví a verlas ni por tristeza, rabia, alegría, asombro, decepción, miedo… No ha sido efectivo para este fin repetir la muerte de Mufasa, volver a ver el destierro del Chavo de la vecindad, observar las consecuencias de los cientos de desastres naturales, presenciar la ausencia de personas queridas, ser testigo a distancia de ataques terroristas inmisericordes; tampoco han funcionado ni las más abyectas revelaciones de la condición humana, la reelección de infames políticos o las más contundentes derrotas deportivas, nada.

Esto no es algo intencional, me he esforzado, y ocasiones y motivos han existido, sobre todo de felicidad, pero las lágrimas no volvieron a salir, ahí están cumpliendo con todas sus otras funciones: óptica, antibacterial, lubricante, de oxigenación, excepto la función emocional, esa parece tener algún imperfecto.

Tanto tiempo transcurrido ya ha terminado por tornar esta situación en algo cómico. En la película “Crímenes y Pecados”, escrita y dirigida por Woody Allen, uno de los personajes plantea como un axioma irrefutable para la vida la fórmula: “Drama + Tiempo = Comedia”, esto es: cualquier situación dramática, por terrible que sea, es susceptible de convertirse en objeto de burla gracias al factor tiempo.

Así, hoy es posible escuchar bromas y comentarios desenfadados sobre hechos nefastos que en su momento trastornaron al mundo y al país, y más aún sobre las situaciones personales que en algún momento pensamos que serían el acabose o la desgracia irreversible de nuestras vidas. Hoy, desafortunada o afortunadamente, tenemos la capacidad -o al menos la posibilidad- de mirar hacia atrás y reconocer la vida como esa constante desgracia que el tiempo desvelará, o como aquella broma eterna, teñida por inefables, y al mismo tiempo insustanciales episodios de dolores y ausencias.

Y la vida es tan dramática o tan bromista, que el propio Woody Allen parece haberse convertido en la personificación de la contradicción de su postulado; su vida, al parecer, sería una sucesión de comedias que el paso de tiempo volvió dramática: “Comedia + Tiempo = Drama”.

Por mi parte, y sin importar esta excepción que confirma la regla, he decidido acogerme al postulado original del señor Allen, las evidencias son numerosas, incluso excesivas. Seguiré apelando a la variable física del tiempo como inhibidor de lágrimas emocionales, el tiempo como transformador, el tiempo como catalizador de la vida. Eso sí, siempre con la certeza de que las lágrimas volverán; la masa, su distancia o su ausencia, seguro será la causante, pero siempre podremos contar con el tiempo para volver a reir.

Foto destacada por Man Ray.

2 respuestas a “LÁGRIMAS”

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